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Rodolfo Walsh escribió alguna vez que “nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires”  Contra esa política de la amnesia es importante  rescatar la historia y  la lucha de hombres y mujeres que entregaron su vida a la causa de la liberación de la clase obrera. Al igual que los mártires de Chicago, Saco y Vanzetti fueron acusados de un crimen que no cometieron y ejecutados en la silla eléctrica el 23 de agosto de 1927.

Por Emilio Poliak

A comienzos de la década del ´20 el contexto político y social  de los EEUU estaba marcado por el fin de la primera guerra mundial. La crisis económica golpeaba a la clase obrera con inflación, desocupación y  un aumento en las condiciones de explotación multiplicando las huelgas y acciones de protesta. En ese marco, el triunfo de la Revolución Rusa y la extensión de la revolución europea en Alemania, Hungría e Italia, tenían a las clases dominantes yanquis sumidas en el pánico. El nacionalismo chauvinista por un lado y el terror a “los rojos” por el otro incrementaron la presión de la burguesía para la represión de los obreros, sobre todo si eran inmigrantes y anarquistas, socialistas o comunistas.

Las “redadas rojas”

En ese cuadro el Procurador General de EEUU A. Mitchell Palmer conformó  un grupo encabezado por el futuro director del FBI,  J. Edgar Hoover,  destinado a la “caza de rojos.” Se multiplicaron los allanamientos de imprentas y viviendas, la represión, la infiltración en asambleas y organizaciones obreras.  Miles de obreros y obreras fueron apresados y deportados.

Uno de los casos resonantes de esta política persecutoria fue el “suicidio” de Andrea Salsedo, un tipógrafo anarquista detenido por el FBI en Nueva York acusado de ser el autor de un atentado con explosivos. A Salsedo se lo mantuvo  detenido ilegalmente en las oficinas del FBI en el  piso 14 del Park Row Building, sin permitirle hablar ni con su familia ni con sus abogados. Fue interrogado y golpeado y en la octava semana de su encierro, el 3 de mayo de 1920, su cuerpo fue  encontrado aplastado y desfigurado sobre el pavimento lindero al Park Row Building. El FBI anunció que Salsedo se había suicidado saltando al vacío desde la ventana del piso 14, justo desde el cuarto donde lo tenían retenido. Es en ese contexto represivo que, dos días después de la aparición del cuerpo de Salsedo, fueron detenidos  Sacco y Vanzetti.

Italianos y anarquistas

Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti llegaron a Norteamérica alrededor de 1908 emigrados de Italia. El primero era obrero en una fábrica de calzados  y el segundo, luego de trabajar en distintas industrias y ser despedido como causa de su rol en diferentes huelgas, se dedicaba a la venta ambulante de pescados. Ambos eran militantes anarquistas. Con la entrada de EEUU en la guerra  viajaron a México para evitar ser reclutados por el ejército porque no querían verse obligados “a matar obreros alemanes y austríacos para hacer el juego a los banqueros y aumentar el valor de sus acciones” (Vanzetti).

De vuelta en EEUU fueron acusados  por un crimen sucedido el 15 de abril de 1920 en South Braintree, Massachusetts: el robo y asesinato del cajero  y  de un agente de seguridad de una empresa que trasladaban más de U$ 15 mil para el pago de los salarios. El hecho, que se sumaba a  una serie de crímenes similares desató por parte de las autoridades y la prensa norteamericana una cacería que llevó a la detención de los dos obreros sin pruebas, sólo por el hecho de ser inmigrantes y anarquistas.

El circo judicial

El juicio llevado adelante por el juez Webster Thayers  y el fiscal Katzmann fue una farsa montada con el fin de condenarlos para dar un escarmiento a la clase obrera. A pesar de que decenas de testigos declararon que Vanzetti les había vendido pescado en la fecha  y horario del crimen, o de que un funcionario del consulado italiano testificó que Sacco había concurrido ese día para tramitar el pasaporte, los testimonios fueron desestimados porque los testigos eran italianos. La mayoría de las pericias fueron fraguadas y ningún testigo pudo confirmar la presencia de los acusados en el lugar del crimen.

La justicia del “país de la libertad” mostraba una vez más, al igual que en 1886 con los obreros de Chicago, su carácter de clase al servicio del Estado burgués, persiguiendo y eliminando  a cualquiera  que luchase  por terminar con la explotación capitalista.

Finalmente el 14 de julio fueron condenados culpables de los dos asesinatos y enviados a prisión a la espera de la ejecución de la sentencia. Durante el juicio Sacco había afirmado, con toda razón: “Sé que la sentencia será entre dos clases, la de los oprimidos y la de los ricos… Es por eso que estoy aquí ahora, en el banquillo de los acusados, por pertenecer a la clase de los oprimidos»

La campaña internacional

En septiembre de 1920 se conformó el Comité Pro Saco y Vanzetti que impulsó  una campaña de solidaridad y protesta contra el fallo. Personalidades importantes como Albert Einstein y el escritor  Anatole France pidieron por su libertad. Las acciones de solidaridad obrera se extendieron por todo el mundo, hubo  huelgas y manifestaciones en EEUU, Europa y Latinoamérica que lograron postergar  el cumplimiento de la sentencia mientras se presentaban apelaciones y se reclamaba un  nuevo juicio. Las apelaciones fueron negadas por la Corte Suprema de Massachusetts y por la Corte Suprema de los Estados Unidos, aunque por la presión de la campaña en 1927 el gobernador de Massachusetts, Alvan Tufts Fuller, integró una comisión que investigó el caso. El 3 de agosto declaró “como resultado de mi estudio y de mi investigación personal [..] creo, así como el jurad, que Saco y Vanzetti son culpables y que el juicio ha sido imparcial. Además creo que no existe razón justificada para un nuevo juicio.”  Cincuenta años después, en 1977, vendrá la rectificación. El gobernador de Massachussets, Michael Dukakis proclamará la rehabilitación de los dos anarquistas  admitiendo que «el enjuiciamiento y condena fueron realizados en un proceso viciado desde el principio y celebrado en una atmósfera de hostilidad, intolerancia y odio»

En una de sus cartas desde la prisión  Vanzetti escribió: “El enemigo nos quiere muertos y nos tendrá muertos para defender el privilegio y la tiranía, para humillaros, para acobardaos, para venceros, destruiros y encadenar los pueblos al carro de su esclavitud (…) Y este mismo enemigo, clava sus inmundos tentáculos en la carne de todos los pueblos de la Tierra, prepara el más grande militarismo del mundo y se apresta a esclavizar la entera humanidad. Hay que aplastarle la cabeza”

Arte de la memoria

El 23 de agosto a la madrugada, primero Sacco y luego Vanzetti fueron ejecutados en la silla eléctrica. Antes de morir Sacco le escribió a su hijo: «No llores, Dante, porque ya han sido derramadas demasiadas lágrimas en vano. Sé fuerte, lleva a tu madre a pasear, a cosechar flores, a descansar a la sombra de los árboles, para recuperarse en el seno de la naturaleza. Recuerda que no debes pensar en tu propia felicidad sino en la ayuda a los débiles y a los desamparados y ponte al lado de los perseguidos. Serán tus mejores amigos, tus compañeros, que luchan y caen, como Bartolomeo Vanzetti y tu padre, para alcanzar alegría y libertad para todos los trabajadores»

En todas las grandes capitales del mundo se realizaron mítines de protesta. En París se decretó la huelga general, se quemaron banderas norteamericanas en toda Francia y se atacaron los consulados yanquis. En Sidney,  Londres, Buenos Aires, Rosario y otras ciudades hubo reacciones similares. A pesar del cerco policial más de 50 mil personas marcharon junto a los restos de Sacco y Vanzetti el día del entierro.

Además de actos, homenajes y manifestaciones, también desde el arte se mantuvo viva la memoria y la denuncia. Una película de Giuliano Montaldo, la obra de teatro escrita por Mauricio Kartun  o el libro «La pasión de Sacco y Vanzetti», de  Howard Fast dan muestra de ello. Desde la música,  Joan Báez escribió y popularizó “La Balada de Sacco y Vanzetti “y “Here’s to you”, con cuya letra concluye este artículo, a modo de homenaje.

“Para ustedes, Nicola y Bart

Descansen, por siempre aquí en nuestros

corazones

El último y final momento es suyo

La agonía es su triunfo”