Por Gustavo Giménez
El 3 de agosto pasado Bolivia empezó a llenarse de bloqueos de ruta en rechazo a una nueva postergación de las elecciones. Cerca de 200 bloqueos abarcaron la mayoría del territorio del país del altiplano. Pese a la amenaza y el uso de las fuerzas represivas, e incluso de bandas de ultra derecha, la dictadora boliviana no pudo frenar un levantamiento indígena y popular que exigía su renuncia. El pasado 14/08 Evo y el MAS primero, la Central Obrera Boliviana (COB) y el Pacto de Unidad (1) “bajo protesta” después, terminaron aceptando la nueva postergación electoral para el 18 de octubre, que fue consagrada por ley en el parlamento boliviano en el que el MAS tiene mayoría. Se levantaron los cortes y protestas, ante la indignación de miles de activistas que nunca fueron consultados.
Bolivia en estos días pasó de ser noticia por las decenas de muertos que por Covid 19 cuyos cuerpos se apilaban en las calles, a ocupar la atención internacional por los miles de manifestantes y los cientos de bloqueos de ruta. El pueblo boliviano paralizó el país exigiendo la renuncia del gobierno de Jeanine Áñez, contra una nueva postergación electoral (la cuarta) (2), con la excusa repetida de los estragos que causa la pandemia.
Un país sumido en una gravísima crisis sanitaria, social y política
Si como dice el dicho “para muestra basta un botón”, en estos días se conoció la noticia de que un grupo de empresarios mineros decidió fabricar “hornos crematorios móviles”, ya que prometen ser un pujante negocio. Como comenta el ingeniero Carlos Ayo: “Pensar que en ocasiones ha habido 30 muertos, 50 muertos apilados o que los cadáveres amanecen tirados en las calles. Es porque las familias no tienen los recursos o no están encontrando dónde llevarlos a enterrar o a cremar y acaban en las calles para no contaminarse» (Clarín 03/08/2020).
El ejemplo muestra un sistema sanitario totalmente desbordado, dado la impericia, ineficiencia y desinterés por la salud pública del actual gobierno, cuya presidenta y medio gabinete terminaron infectados por el coronavirus, y también, años de desinversión y abandono del sistema de salud de los que el “popular” gobierno de Evo, es responsable.
La lamentable cifra de 100.000 infectados y 4.000 muertos, para un pequeño país de 11 millones de habitantes, contrasta con la corrupción de un gobierno cuyo Ministro de Salud está preso por haber encabezado un enorme fraude en la compra de respiradores, pagados por el Estado a 28.000 dólares cada uno a la empresa intermediaria IME Consulting Global Service SL, cuando la fabricante GPA Innova declaró que los vende a 7.000. El desastre es tan grande, que siguiendo los pasos de un Trump o Bolsonaro, el parlamento boliviano, que cuenta con mayoría masista, acaba de aprobar al cloruro de sodio como una bebida válida para combatir el virus.
A la emergencia sanitaria hay que sumar la grave crisis alimentaria que los manifestantes en los cortes han denunciado, ya que la pandemia, con su saldo de despidos y cese de parte de la actividad económica, ha agravado enormemente los problemas estructurales que detonaron la crisis de fines del 2019, en la que se produjeron movilizaciones y cuestionamientos sociales al gobierno de Evo primero y en la resistencia al golpe de estado después.
La movilización en curso en este nuevo levantamiento, no sólo cuestionó la legitimidad del gobierno de Áñez y rechazó la nueva postergación electoral, expresó también el hartazgo del pueblo boliviano por colapso del sistema de salud, el sobreprecio en los medicamentos, los despidos y el desempleo, la rebaja y congelamiento de salarios, los atropellos a la educación pública, la persecución a los dirigentes sindicales, sociales y políticos opositores, la impunidad de los responsables de las masacres de Senkata y Sacaba.
La protesta se fue radicalizando y el gobierno debió apelar incluso a bandas paramilitares como “Resistencia Kochala” o la “Unión Juvenil Cruceñista” para intentar detenerlas, obteniendo como respuesta la formación de comités de autodefensa para enfrentarlas. Reflejando la polarización política que expresan el surgimiento de estas bandas de derecha, como de los Comités Cívicos que ahora desconocen el nuevo llamamiento electoral, han surgido grupos autoconvocados.
Según refiere el diario El País de España: “En la zona aymara de La Paz, este conflicto ha mostrado la reaparición de grupos radicales que se presentan como “autoconvocados” para diferenciarse del MAS y de sus sindicatos.” O como relata la web 14 y medio.com del 15/08: “Los llamados «autoconvocados» de la ciudad de El Alto adquirieron forma de una especie de Policía aimara, una de las principales comunidades indígenas del país, en respuesta a otros grupos que supuestamente apoyan a la mandataria transitoria. El símbolo de una Chakana o cruz andina en un escudo de hierro forjado distingue a un grupo de alteños, que formados hacen ejercicios al estilo policial, al grito de «qué renuncie, carajo» la presidenta transitoria.”
De continuar el levantamiento no solo se ponía en riesgo la estabilidad del gobierno de Áñez, sino de todo el sistema institucional gobernante del capitalismo boliviano. Por eso, al igual que en los momentos posteriores al golpe, Evo llamó a desmovilizar y pactó con la dictadura la nueva postergación electoral. Incluso, como algunos medios han señalado, poniendo en riesgo que su candidato, el ex ministro de economía y responsable de todas las reformas neo liberales, Luis Arce, que está arriba en las encuestas, baje en la intención de voto y no pueda imponerse en una muy probable segunda vuelta electoral.
Si bien la COB y el Pacto de Unidad calificaron la decisión de Evo y la dirigencia del MAS de “traición”, su verdadera política se expresó en el llamado a “cuarto intermedio” en las acciones de lucha. Algo que ha causado una gran bronca y desconcierto en miles de los activistas que han encabezado la pelea, muchos de los cuales se desmarcan del MAS y los viejos dirigentes en las entrevistas que brindan a los medios de prensa.
Fueron numerosos las asambleas y pronunciamientos que se manifestaron contra esta levantada de las acciones de lucha. Una de las más importantes fue “el cabildo de las 20 provincias de La Paz que se llevó a cabo este viernes en El Alto determinó no acatar el levantamiento de bloqueos dispuesto por la Central Obrera Boliviana (COB) y continuar con las movilizaciones hasta la renuncia de la presidenta transitoria, Jeanine Áñez, además de pedir un juicio de responsabilidades contra los integrantes de su gobierno” (Página Siete, 16/08/2020).
Los 12 días de acciones y bloqueos de ruta que conmovieron al país latinoamericano son parte del “descongelamiento” de las luchas que recorren el mundo. Una ola de protestas, levantamientos, revoluciones, de las que LA fue uno de sus epicentros en los momentos previos al desarrollo de la pandemia del Covid-19. Esta nueva vanguardia de luchadores, que cuestiona a los tradicionales dirigentes, no ha tenido la fuerza y organización para torcer la levantada del conflicto del MAS y la COB, que intentan con la mediación de la Iglesia, la ONU y el imperialismo, canalizar la enorme crisis hacia las futuras elecciones.
Las tareas planteadas
Enfrentar la crisis sanitaria y social que la pandemia plantea, solo puede resolverse yendo contra los intereses del sistema capitalista imperialista, desarrollando un programa que dejando de pagar la deuda externa de 11.000 millones de dólares, estatice la salud privada y aplique un fuerte incremento del presupuesto de salud pública, estatizando con control obrero a toda empresa que suspenda o despida, y sobre la base de una profunda reforma agraria que expropie a la oligarquía terrateniente desarrolle el apoyo a la agricultura familiar, nacionalice la minería, el petróleo y los recursos naturales de manos de la multinacionales, etc.
El reciente levantamiento puso al orden del día la tarea de tirar al gobierno ilegítimo de Jeanine Áñez. La salida electoral para octubre intenta descomprimir la crisis y reconstituir las instituciones burguesas duramente cuestionadas. La realización de estos comicios será sentida como una conquista de la movilización que le impuso a la dictadura que termine con sus dilaciones, y al mismo tiempo, estas elecciones son parte de un mecanismo para tratar de contener la radicalización de la lucha. En ese cuadro es fundamental marcar sus limitaciones y exigir la realización de una Asamblea Constituyente libre y soberana, que refunde una Bolivia sin opresión, explotación y miseria, una Bolivia socialista.
Para luchar por este programa es necesario más que nunca construir, con los nuevos luchadores que han encabezado el reciente levantamiento, un partido revolucionario que dispute a las viejas direcciones la conducción de la clase obrera y el pueblo bolivianos. Al servicio de esa tarea nuestra LIS se pone a disposición.
- El Pacto de Unidad aglutina a colectivos campesinos e indígenas afines al Movimiento al Socialismo (MAS).
- El gobierno “transitorio” de Jeanine Áñez surgió de un golpe de estado contra el presidente Evo Morales el pasado 10/11/2019 que, con la excusa de corregir el fraude electoral realizado por Morales en las elecciones de 20/10/2019, debía llamar rápidamente a nuevas elecciones. Originalmente estas estuvieron pautadas para el 3 de mayo de 2020, luego fueron postergadas, con la excusa de la pandemia, para el 2 de agosto y el 6 de setiembre sucesivamente. Ahora, el próximo 18 de octubre es la fecha de la nueva reprogramación electoral.