En Venezuela también se aplica un ajuste económico brutal contra el pueblo trabajador, aunque no sea con el FMI
Confiemos sólo en la solidaridad entre los pueblos y no en ninguno de sus gobiernos
El presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, y el dirigente del PSUV, Diosdado Cabello, han venido opinando sobre los levantamientos populares en Chile y Ecuador como si las políticas del gobierno venezolano tuviesen un carácter realmente distinto en su impacto sobre la clase trabajadora y la población de nuestro propio país. Señalan que las manifestaciones y protestas que se están levantando en Chile — y en otros países del continente son en rechazo a las medidas neoliberales impuestas por los gobiernos con el Fondo Monetario Internacional (FMI), y es así, pero no dicen que la orientación y los efectos de sus propias políticas antiobreras aquí en Venezuela son comparables e incluso peores en el castigo y descarga de la crisis que ellos causaron, sobre el pueblo trabajador.
Todo esto para tratar de aprovechar, de manera oportunista, la fama que le da la derecha cuando dice que es “culpa de Maduro”, que supuestamente estaría instigando las protestas que sacuden a otras naciones latinoamericanas. Pero resulta que acá en Venezuela también se aplican duras políticas de ajuste económico y también hay una fuerte represión antipopular desde hace tiempo, aunque no estén relacionadas con el FMI, pero sí con los intereses de la burocracia corrupta, de la llamada “boliburguesía” y del capital transnacional, especialmente de los imperialismos emergentes Chino y Ruso, sin que por ello se abandonen los negocios con los gringos, a pesar de las sanciones de Trump.
En Venezuela nos han dejado sin salario y la clase trabajadora consume sus ingresos tan sólo con el costo del pasaje para ir a trabajar, aunque la gasolina sea casi gratis, pero en muchos lugares del país hasta debe ser pagada en dólares para conseguirla. Las pensiones y las prestaciones sociales han sido destruidas por la hiperinflación y por las reconversiones monetarias que les han despojado de su valor, sin contar el robo de los fondos mismos. No se cobra por trabajar, sino que se tiene al pueblo a expensas de bolsas de comida y bonos que el gobierno maneja a capricho y con condicionamientos clientelares. El rezago de los salarios frente a la hiperinflación, que el gobierno no sabe o no quiere combatir, hace que los aumentos salariales no sirvan en absoluto para compensar el alza costo de la vida y han acabado con el valor del trabajo. Aunque se hable de estabilidad o de inamovilidad laboral, en la práctica hay un despido indirecto masivo que hace que muchísimos trabajadores se vean forzados a abandonar sus empleos, a “rebuscarse” con cualquier “chamba” independiente o vendiendo lo que sea, y por supuesto, emigrando a otros países (como Chile y Ecuador, por ejemplo, donde también lo pasan mal pero no peor que en Venezuela). Otra parte de la población trabajadora se sostiene con remesas enviadas por sus familiares emigrados. Por supuesto, la “inamovilidad” no funciona cuando la gente lucha o reclama, así tenga fuero sindical, porque el gobierno no respeta nada de eso.
Los servicios públicos son casi todos bastante baratos, pero de bajísima calidad y para mantenerlos, por ejemplo, con la reparación de una avería por el proveedor del servicio, hay que “bajarse de la mula”, como decimos en Venezuela, porque todo se cobra como si fuese privado. Cobran en bolívares y en dólares, “bajo cuerda”, por documentos que deberían ser gratuitos y expeditos, se cobra de la misma manera en los tribunales como parte de la extorsión y el chantaje bajo la amenaza de ir a prisión, así como lo hacen las policías y la GNB cuando paran a los ciudadanos en la calle o en las carreteras. Cobran en las cárceles donde la delincuencia privada de libertad tiene toda una economía paralela en combinación con funcionarios del Estado que la “custodia”. Para un tendero, el pago por servicio del relleno sanitario puede ser equivalente a una decena o más salarios mínimos, aunque no tenga empleados y sea una empresa familiar. Acá están otorgando empresas y servicios de PDVSA y otros entes del Estado a las empresas privadas a través de comodatos que se hacen luego de su traspaso a las gobernaciones de los estados. Los altos funcionarios comercian con los productos de distribución estatal.
En Chile aplican paquetazos y ajustes económicos para obtener préstamos del FMI y manejar las deudas del Estado burgués y de su burguesía, pero aquí también la burocracia de Maduro, los militares y el PSUV, con los nuevos ricos surgidos del desfalco y la corrupción, sacrifican al pueblo para financiar sus negocios y para pagar deuda corrupta al capital financiero, a los fondos buitres…
Al final, todos estos gobiernos tienen comportamientos parecidos, aunque unos se identifiquen con las derechas y otros se disfracen de izquierdistas.
Así que, aunque el gobierno de Maduro parezca disfrutar con las acciones de los pueblos latinoamericanos insurrectos, en realidad lo que en el fondo siente es mucho miedo de que esa mecha también se prenda en Venezuela y de que ese ejemplo de lucha sea seguido por el martirizado pueblo de nuestro país. Por lo tanto, resulta ridículo pensar que el gobierno venezolano pueda tener real incidencia en las protestas que se hacen en Chile o que la haya tenido en Ecuador, aunque le pueda interesar la desestabilización de gobiernos enemigos, pues lo que verdaderamente hay en todo esto es un show internacional. Se oculta el desastre y el drama que sufre el pueblo de Venezuela para hacerse ver, de manera hipócrita, como amigo de las luchas populares en el mundo. Todos hacen lo mismo: critican al otro gobierno si el pueblo se rebela y si reprimen, pero no se diferencian en lo fundamental.
En el caso de la derecha venezolana y de Guaidó, critican y denuncian a Maduro por sus políticas y por el autoritarismo que practica, mientras defienden como su modelo a los países donde ahora está estallando la población contra las medidas fondomonetaristas y pretenden aprovechar esa oleada para acaudillar las protestas en Venezuela, con el fin de imponernos luego políticas como las que lleva adelante Piñera o las que impone Lenin Moreno en Ecuador o Bolsonaro en Brasil.
Por eso tenemos que saber muy bien de qué lado estamos: siempre con nuestros pueblos en lucha y contra los gobiernos que aplican los paquetazos económicos, sean o no auspiciados por el FMI. El gobierno de maduro no se puede hacer pasar como aliado del pueblo chileno que protesta en las calles, porque él aplica medicinas tan amargas y venenosas como las que aplica Piñera en Chile y también ha recurrido y recurre a la más brutal represión. De ahí que es muy importante que como clase trabajadora y como pueblos, sepamos mantener una visión independiente, desarrollar la solidaridad entre los pueblos mismos y sus movimientos, y no dejarnos someter a manipulaciones.