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Por: Gustavo Martínez Rubio

Se va a cumplir un mes desde el inicio de la rebelión del pueblo colombiano contra el gobierno hambreador y capitalista de Iván Duque, cuyo colofón o gota que derramó el vaso fue la reforma tributaria, pero como la cuestión es más de fondo, los sectores de la población que ha confrontado al régimen se mantienen aún en las calles, aunque la mencionada reforma haya sido retirada.

La reforma de la salud también cayó, dos ministros fueron volados de sus cargos y hasta la sede de la Copa América le fue quitada por la CONMEBOL en medio de las insistencias públicas de Duque de que el torneo se realizaría en tierras colombianas. Si hay alguien ahorita mismo que se pueda aludir como cadáver político, ese es el protegido de Álvaro Uribe. Aunque insepulto, claro está.

Y entre los motivos que probablemente tengan mayor peso de por qué Duque se mantenga de huésped en la casa de Nariño, están los acomodos y las manos que le vienen extendiendo desde sectores burocráticos vinculados a una parte de los trabajadores del país, como las centrales agrupadas en el Comité Nacional del Paro (CNP) y en el aspecto más político, el papel que viene jugando Gustavo Petro y su pacto histórico.

El CNP se reúne con el gobierno, no con los trabajadores

Aunque podría considerarse increíble, no lo es. El caso es que en medio de la mayor rebelión popular que haya registrado Colombia en cualquier cantidad de años, las centrales obreras no se reúnen con los trabajadores, no convocan a asambleas, no hay un registro público en donde a la CUT, la CGT o la propia FECODE se les vea en un ejercicio deliberativo con sus sindicatos afiliados y trabajadores si quiera para saber su opinión.

No es suficiente motivo para los directivos de esas Centrales y Federaciones que, durante casi 30 días los jóvenes, las mujeres, los trabajadores de base, comunidades afro y hasta pueblos originarios, han estado en las calles confrontando al paquete neoliberal del gobierno y por supuesto la brutal represión con trágicas cifras de muertos, violaciones, detenidos y desapariciones.

No discuten un plan obrero, una ruta o un programa con el cual hablarle al país de manera orgánica y desde la mirada de su condición de trabajadores. No lo hacen porque para que algo así fuese posible, tendría que hacerse de manera democrática, tendrían que hacer lo que nunca han hecho y sobre todo que tendrían que plantarse en un terreno absolutamente desconocido para ellos: el de luchar.

El trato administrativo y calculador que le dan al paro

Mientras la gente se la sigue jugando en las calles, el CNP maniobra entre las reuniones con el gobierno y la carta del paro. Es tan descarada su posición sobre esto último, que los tipos hablan de paro cuando la producción en términos propiamente dichos nunca ha parado. ¿Cómo pararía si los dirigentes sindicales y sobre todo de las centrales, no discuten con los trabajadores un real y efectivo paro de la producción?

El gobierno les usa para dilatar y a ellos les sirve también muchísimo esa dilatación. El gobierno quiere que la movilización se amaine y el CNP va haciendo sus cálculos burocráticos, entre ellos, el de contribuir para llegar en las mejores condiciones para las organizaciones con las que tienen relaciones políticas, a las próximas elecciones, tanto la presidencial como las legislativas.

Por eso es que cada vez que se levantan de las reuniones que vienen sosteniendo, como no llegan a ningún acuerdo en base a los puntos que ellos burocráticamente han presentado, el CNP de una vez declara a los medios que “el paro continua”, si, el paro, que más que eso, es la movilización, que agarró calle y fuerzas a pesar de ellos, que para el 1 de mayo se pusieron a convocar a un “paro virtual”.

Usan la idea del paro para “amenazar” al gobierno y volver a sus reuniones con ventajas, pero ni de trasquilada se les pasa por sus cabezas que la preparación de una verdadera huelga general y un paro definitivo de la producción sería un paso fundamental para sacar a Duque y avanzar hacia un gobierno y un régimen en donde el peso del manejo y las grandes decisiones lo lleven los trabajadores y los sectores populares.

Gustavo Petro, consejero de Duque

Gustavo Petro ha oscilado entre darle consejos a Duque y meter cizañas conspiranoides desde que arrancó la rebelión. Al dirigente de La Colombia Humana y el Pacto Histórico (donde cuenta con ex uribistas, por cierto) tampoco se le ocurre tener iniciativas rebelión adentro a fin de organizar entre iguales todas las demandas y luchas que se reflejan como el grueso de la rabia y el hartazgo de quienes conforman la primera línea, trancas de calles y son en general los verdaderos protagonistas de estas jornadas históricas.

Petro, una de las primeras cosas que dijo empezando el mes de mayo fue que a Duque había que salvarlo de Uribe. Si, por increíble que parezca, el Senador de La Colombia Humana indicaba que al hombre que da las ordenes desde Bogotá, había que salvarlo del asesino mayor. Aduciendo que entre más confrontación de la población con la policía hubiese, eso prepararía el terreno para un golpe de Estado y así evitar las elecciones del próximo año que el uribismo va a perder con toda seguridad.

Está claro que para Petro es más útil e importante que el uribismo pierda en las urnas e institucionalmente a que sea derrotado en las calles. Y obviamente que todo el establecimiento y régimen colombiano sabe más que perfectamente que de una derrota electoral se pueden recuperar, pero la cosa cambia cuando les voltea una rebelión popular, porque ni los actores principales son los mismos, ni las posibles resoluciones de la crisis tampoco.

Entonces Petro está resultando la mayor palanca de lavado de cara para el gobierno, el régimen y todo el establecimiento. En ese sentido la revista Semana le hace un gran favor al colocarle en una portada reciente atribuyéndole la gran responsabilidad de las protestas y la movilización. Subiéndole el perfil a un político que se ha erigido como el gran conciliador de clases y la pata más favorable desde la “izquierda” para Duque, Uribe y todos los criminales.

Todos le tienen pánico a la consigna Fuera Duque

Le temen porque alrededor de esa consigna se aglutina la inmensa mayoría del pueblo colombiano. Es esa expresión popular que desde hace mucho rato andaba en una búsqueda que le facilitara canalizar todo el descontento y el rechazo hacia el terrorismo de Estado como sistema, a la corrupción, las mafias y a la miseria a que le han sometido durante décadas.

Lo que se reflejó con el resultado electoral detrás de la candidatura presidencial de Gustavo Petro en 2018 (más de 8 millones) y con las movilizaciones de 2019 y 2020, no ha tenido correspondencia en las direcciones existentes, ni sindicales, ni políticas supuestamente alternativas y opositoras, justo en los momentos en donde en verdad se le ve a cada quien de que está hecho.

Los negociadores y conciliadores no quieren una salida a la crisis por la vía de la movilización o lo que es lo mismo, no quieren una salida en donde el pueblo y sus diversos sectores pobres y explotados lleven el peso político. En última instancia, para ellos, se trata de cuidar privilegios y status, pasándose por donde les quepa, la posibilidad real de avanzar hacia la resolución de los grandes problemas, tales como vivienda, salud, educación, el problema de la tierra, salario y condiciones generales de las y los trabajadores; y eso no se resuelve ni en al marco del sistema actual, ni con elecciones, ni negociando con los represores.

Hay que ser claros en ese sentido, que todo lo que no sea por la salida de Duque en estos momentos, le dará oxígeno al gobierno y será a la vez funcional para que toda la maquinaria de la gobernanza mundial maniobre a fin de evitar lo que para ellos sería una catástrofe, tanto nacional, como en toda la región, principalmente para los Estados Unidos (por cierto, Petro llamó en su momento a votar por el genocida Biden).

Lo que demanda la situación a estas alturas es impulsar las asambleas populares y fortalecer la lucha en las calles. En la medida que se avance en la organización obrera, popular, juvenil y de los pueblos originarios, se estará dando grandes pasos hacia la construcción de una dirección colectiva surgida en el seno de la rebelión que contribuya a cualificar política y programáticamente todo lo que el pueblo más llano de manera espontánea ha levantado: el ánimo, cambio de conciencia, lucha y disposición para ir hacia lo nuevo.

¡Fuera Duque!

¡Fuera Molano!

¡Ni el CNP, ni Gustavo Petro, ni ningún otro sector negociador con el gobierno representan a la rebelión del pueblo colombiano!

¡La salida es en las calles con la movilización obrera y popular, no con elecciones!

¡Que viva el pueblo colombiano y su lucha!