“En primer término, compañero, exigimos que se cumpla con el programa de la Unidad Popular, nosotros en 1970, no votamos por un hombre, votamos por un Programa”
Breve pasaje de la carta de los Cordones Industriales al presidente Salvador Allende en 1973
Nuestres compañeres del Movimiento Anticapitalista, sección chilena de la Liga Internacional Socialista (LIS), Maura Gálvez, Joaquín Araneda y Camila Millaray, fueron detenidos por la policía junto a otro grupo de activistas y llevados a una comisaria en la ciudad de Santiago el pasado miércoles 11 de septiembre. El rechazable acontecimiento se dio en el marco de una nueva conmemoración del golpe de estado contra el presidente Allende en 1973, pero sobre todo empalmando con esa disposición que el mayoritario pueblo chileno puso en evidencia votando por el programa de gobierno de la Unidad popular, colocando a Allende como presidente, y más aún, por su disposición en los sucesivos hechos posteriores al triunfo electoral.
Esto último, es el verdadero problema para el régimen chileno, que sigue asentado sobre las bases fundamentales de lo que fue el “pinochetismo”, que sabe perfectamente que una cosa fue Allende como dirección política y otra muy distinta era la movilización obrera y popular de los años 60 y principio de los 70, que pujaba hacia una verdadera democracia de base y de confrontación directa con la burguesía local, muy entregada a los intereses de los Estados Unidos. He ahí entre las razones de mayor peso del porque todo lo que sea protesta social, reclamo estudiantil o huelga, en Chile normalmente son muy reprimidas.
La detención de les compañeres del Movimiento Anticapitalista y los demás, es parte de una dinámica cotidiana que se da en todas las movilizaciones en Chile, producto precisamente de que la dictadura nunca se fue. Una forma de avanzar contra la protesta social ha sido perpetuar el modelo represivo en cada movilización. Esto ha tenido diferentes expresiones, la más común son las del tipo de detenciones que aplicaron a los compañeres; luego en otra esfera, están las torturas dentro de las comisarías y también los asesinatos por parte de la policía. El último asesinato fue el de Camilo Catrillanca, joven mapuche asesinado en noviembre de 2018 por el “comando jungla” mientras iba en su tractor. Es la forma en la que se despliega la policía amparada por el aparato estatal.
Pero hay un tema con cada 11 de septiembre de cada año en torno al golpe estado contra Allende y que tanto suele propagandizar la izquierda burocrática y campista a nivel mundial. Es una propaganda totalmente negadora de como en realidad se dieron las cosas y que es muy funcional a gobiernos como el de Ortega, Maduro o a la burocracia cubana. El golpe de estado y el asesinato de Allende debe ser repudiado hasta el infinito siempre, por lo que implicó y por lo que significó como masacre de miles y como delitos de lesa humanidad. Pero precisamente por ello, amerita tener una mirada crítica y un balance desde una perspectiva que ayude a avivar las luchas en Latinoamérica en favor de nuestros pueblos oprimidos, pero con la mayor claridad sobre el papel que han jugado las direcciones políticas, sus responsabilidades y cuáles son las grandes enseñanzas o conclusiones a las que debemos llegar como trabajadores, mujeres, juventud, sexo diversidad, estudiantes y campesinos.
Jair Bolsonaro reivindica abiertamente a Pinochet. Piñera, Macri, Duque y todos los gobiernos del llamado Grupo de Lima miran hacia la figura del fallecido dictador con beneplácito, aunque guarden públicamente un poquito más las formas en comparación con el aborrecible presidente brasilero. Pero Maduro, por ejemplo, y toda esa izquierda que le secunda, aunque dicen reivindicar a Allende, en la práctica son muy parecidos a Pinochet. El madurismo es entreguismo al capital norteamericano, ruso o chino, mientras ha llevado a Venezuela a unas condiciones prácticamente inhumanas de vida, con salarios de miseria, salud destruida, educación por el piso, economía de sobrevivencia para una población cada vez más depauperada. La democracia de maduro es protagonizada por los militares y los policías quienes siempre están prestos para reprimir cualquier tipo de protesta o reclamo de los distintos sectores de la sociedad. Por eso, el autollamado hijo de Chávez, en plena transmisión de televisión es capaz de ponerse la chaqueta del FAES, un grupo de exterminio y grita ¡Viva el FAES!, en un acto solo comparable a aquellos episodios en España, donde en presencia de Franco se gritaba ¡Viva la muerte, muera la inteligencia!
¿Hacer culto de Allende o reconocer el papel de los trabajadores chilenos?
El gobierno de Allende planteaba la idea de llegar al Socialismo por una vía negociada y sin mayor confrontación con los intereses de los empresarios. Aun así, tomó medidas como controlar a medias el comercio exterior, expropió tierras, estatizó el transporte y lo más notable fue que nacionalizó el cobre y las telecomunicaciones. Esto último significaba un duro golpe para los intereses de Los Estados Unidos que habían controlado ambos sectores durante muchísimo tiempo.
La respuesta de la burguesía chilena y de su amo del norte no se hizo esperar, al bloqueo de los créditos internacionales, le siguió un paro patronal hacia finales de 1972 que colocó al país en una situación de desabastecimiento agudo. Ante esta situación la respuesta del gobierno fue timorata y desconcertante para el grueso de los trabajadores y la mayoría de la población. Por ejemplo, en ese momento Allende colocó a un tal Augusto Pinochet como jefe del ejército, que era un oficial de clara influencia pro Yanqui, lo que terminó deviniendo en la facilitación del golpe, en la derrota del proceso revolucionario chileno, en la profundización del modelo neoliberal, la agudización y perpetuación de la represión, y el avance de la precarización de la vida.
Los trabajadores chilenos actuaron de una manera muy distinta. Se crearon desde abajo organismos para controlar el tema de los precios de los productos y luchaban contra los comerciantes acaparadores, lo que llevó inmediatamente a la creación de los cordones industriales, que coordinaban empresas expropiadas bajo control obrero, articulados con sectores populares para resolver todo lo que tenía que ver con acceso a alimentos y productos de primera necesidad. Llegaron a funcionar más de 30 cordones industriales en todo Chile y algunos contenían más de 200 empresas, como el de Cerrilos, en Santiago.
Cuando la situación se aceleró y entraron en juego grupos paramilitares que empezaron a asesinar trabajadores y habitantes de barrios, los trabajadores organizados en los cordones industriales le exigieron a Allende y su gobierno una respuesta a la altura y le solicitaron el equipamiento armamentístico debido para enfrentar la arremetida de la ultra derecha y el golpe de estado inminente que se venía. Así se lo hicieron saber al presidente a través de una carta pública suscrita por la coordinadora de cordones industriales, donde claramente le dicen estar “alarmados por el desencadenamiento de una serie de acontecimientos que creemos nos llevará no sólo a la liquidación del proceso revolucionario chileno, sino, a corto plazo, a un régimen fascista del corte más implacable y criminal”
Pero Allende y el gobierno no escucharon a los trabajadores y ya sabemos cómo se terminaron dando las cosas, con un golpe de estado, el asesinato del presidente en el propio palacio de la moneda, los cordones industriales brutalmente reprimidos y una masacre bestial de la que nunca se supo a ciencia cierta que números alcanzó. Las inconsecuencias de Allende lo oculta la izquierda campista por motivos más que obvios.
Lo que queremos significar con este breve relato, es que los trabajadores no tenemos por qué asumir como nuestras, derrotas que no nos corresponde y para ello hay que construir nuestra propia lectura de los hechos históricos y llegar a conclusiones políticas y de clase. En el momento de la verdad, no era Allende el problema central para la burguesía chilena y el imperialismo norteamericano. Su verdadero problema eran los trabajadores chilenos, con su organización y su altísimo nivel de conciencia.
El chile obrero y popular, el chile de los cordones industriales, es el chile que han querido borrar siempre de nuestras memorias y para ello hacen función por igual, tanto las burguesías clásicas, como la izquierda conciliadora, burocrática y stalinista que sigue siendo un aparato vivo al que hay que enfrentar con autonomía total, con igual vehemencia como enfrentamos a la derecha tradicional. Son dos caras de lo mismo y entre nuestras principales tareas como izquierda antiburocrática, anticapitalista, antiimperialista, feminista y anticlerical; está el de construir alternativas políticas con estas definiciones y con programa propio.
Desde Marea Socialista en Venezuela, y siendo parte de la Liga Internacional Socialista (LIS) nos solidarizamos y aupamos a nuestres compañeres del Movimiento Anticapitalista. Puntualmente rechazamos la detención a que hicimos mención y en lo estratégico compartimos el enorme reto de levantar esa herramienta política internacional al servicio de las luchas genuinas que en todas partes se terminan dando y en las que hay que intervenir para que se organicen y se desarrollen por una vía genuinamente revolucionaria.
Gustavo Martínez Rubio